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jueves, 13 de mayo de 2010

"Nuestros hijos no saben qué hacer con su frustraciones"




Padres cansados que corren tras el éxito económico; que no están nunca en casa y menos con sus hijos; padres capaces de trompear a una maestra porque no les gustó la nota que pusieron...con estos ejemplos, ¿qué pretendemos de nuestros chicos?
Imprimir Enviar Compartir Tamaño Por María Gabriela Fernández Ortega, licenciada

Hémera Centro de estudios del estrés y la ansiedad


Es común hoy en día escuchar quejas respecto a los adolescentes. Quejas respecto al consumo de alcohol, la ingesta de drogas, la promiscuidad sexual, la apatía, la indolencia o la violencia.
Según los datos de la Dirección de Psicología y Asistencia Social Bonaerense, hay 4,5 millones de alumnos ubicados en 16 mil colegios y hay registros de: Maltrato emocional (burlas, discriminación), maltrato físico (dirimen las diferencias en peleas por cuestiones territoriales, antagonismos, "porque me miró mal", "porque se hace la linda", etc), robos, uso de armas (que a veces llevan y usan en las escuelas también), consumo de drogas y alcohol, maltrato sexual, intentos de suicidio, suicidio y dos asesinatos. Es llamativo también el que en tan solo cuatro meses de este año, haya 14.199 casos de agresiones físicas a alumnos bonaerenses. El Ministerio de Educación en Catamarca informa que en los últimos seis meses se duplicaron los casos de violencia en las escuelas. Más contundente es la información de la Defensoría del Pueblo porteño donde se denuncian 147 expedientes de denuncias de violencia en escuelas de la ciudad, entre pares, de padres a maestros y de directivos a docentes. Este tipo de datos se repite en todo el país y en el mundo.

Entonces miremos más completo...
Encontramos padres capaces de trompear a la maestra porque no están de acuerdo con las notas, adultos que dirimen una discusión de tránsito con un tiro homicida en plena autopista... Y modos violentos más sutiles, que no trompean pero descalifican delante de sus hijos inclusive, a esos maestros para pretender luego que sus hijos... respeten. Padres que creen que proveer de alimentos o play-stations a sus hijos es darles lo que necesitan.

Padres cansados, de ir atrás del éxito económico, avasallados por el exceso de información, la rapidez de los cambios, y la cada vez mayor sensación de certeza... de que no hay certezas.

Padres que forman parte de una sociedad que, como los adolescentes, está confundida y cansada y enojada.

Padres que no confían en si mismos y se rinden a una cultura que exalta el poder y cuyas leyes las dicta el mercado.


Y nuestros chicos que no saben qué hacer con la frustración y el enojo que les da lidiar con la envidia, los celos, las diferencias... Que no pueden tolerar los límites, a veces ni siquiera registrarlos. Que no ven adultos que desde su propio accionar puedan transmitir valores como la bondad, la integridad, la solidaridad y mucho menos aplicar límites con amor y firmeza. Y es desde ahí que aparece el reclamo.

"Si sos tan firme como para ponerme límites, coherentes y consistentes, sos tan fuerte para sostenerme cuando me hace falta y tan sólido en tu rol como para ayudarme, servirme de apoyo y de guía cuando te necesite".


Recordemos que cuando un niño nace carece de Estructura.

Va aprendiendo a lo largo de su crecimiento, qué es bueno, qué no lo es, qué vale y que no, qué es mucho, qué es poco. Lo aprende imitando lo que ve a su alrededor. Los niños son grandes "copiones". Es de allí de dónde saca los parámetros para empezar a moverse en la vida.

El primer lugar que tienen para mirar es su propia familia, su ámbito escolar, su barrio. Después llegará la adolescencia donde empezará a formar sus propios criterios. Podrá haber coincidencias con los criterios que aprendió, y, por supuesto, disenso en otros casos. Para poder armar su propio criterio necesitará de una ruptura con los criterios anteriores (y esto conllevará peleas y rupturas con quienes los portan), para no quedar desdibujados en la identidad del otro y constituir la suya propia.

Así de importante es la influencia del otro en la vida de los niños y posteriores adolescentes. Para que cuando hagan sus "propias modificaciones" las hagan sobre un suelo sembrado, con buena semilla y no sobre un suelo árido donde es más difícil plantar Vida.


Los adolescentes están enojados. Lo expresan como pueden. Los hemos dejado solos, con valores confusos, y con recursos emocionales insuficientes para enfrentar tiempos cada vez más complejos, con más desafíos, tiempos más exigentes.

Alguna vez estos adolescentes fueron niños, que a lo largo de su crecimiento, aprendieron imitando lo que ven y el primer lugar que tuvieron para mirar es... su alrededor.


Pero si los adolescentes necesitan ayuda, somos los adultos los que necesitamos ayuda para poder ayudarlos.

Porque evidentemente, no estamos pudiendo. Somos nosotros los que necesitamos un replanteo para instrumentar las maniobras de salvataje. ¿Qué vamos a hacer? ¿Dejarlos a la deriva o rescatarlos?

Este es el momento. Manos a la obra!


www.hemera.com.ar / info@hemera.com.ar

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